Háblame de la emigración

Emilio vivió en su aldea natal de Zamora hasta los ocho años. Con esa edad sus padres lo enviaron interno, y hasta los quince años estuvo en varios colegios por todo el territorio español. Cuando regresó a casa, estuvo durante dos años trabajando de la mañana a la noche para un terrateniente por 50 pesetas al día más la comida. Fue entonces cuando Emilio decidió irse a Suiza con el sueño de ganar el dinero suficiente para poder volver, comprar una moto y montar una pescadería. Sus padres no podían ayudarle a cumplir sus proyectos así que, con diecisiete años y sin papeles, decidió emigrar para poder conseguir el dinero.


Cuando llegó a Suiza, después de un largo viaje en tren, comenzaron los verdaderos nervios: había que cruzar la frontera y sin papeles. Emilio dice que la suerte se le puso de cara, pues en la frontera no le pidieron ningún documento. Tras un mes en Suiza consiguió empleo en una empresa de comunicaciones, donde estuvo tres años, y posteriormente comenzó a trabajar en los trenes internacionales como steward (la persona encargada de pasar el carrito vendiendo café, bocadillos, bebidas...). Gracias a este empleo estuvo durante ocho años recorriendo toda Europa oriental, y así cumplió una de sus aspiraciones en la vida, viajar. Después se cambió para una fábrica química, donde desempeñó puestos de responsabilidad, ya que por aquel entonces hablaba alemán, francés, italiano y español. En esa empresa trabajó cuarenta años de su vida, hasta que se prejubiló con sesenta y dos años.


La vida en el país al principio fue difícil por la barrera del idioma. Emilio cuenta que la juventud jugó a su favor, y hace hincapié en la enorme diferencia social que existía entre España y Suiza, una Suiza libre que lo hizo sentir muy a gusto. Allí llevó una vida feliz entre el trabajo, la casa, el deporte, la familia, los niños... Pese a hacer allí su propia familia, Emilio visitaba a sus padres una vez al año.

El retorno definitivo, confiesa, fue muy traumático. Emilio no pensaba volver, ya que allí estaba integrado al cien por cien y tenía un futuro por delante una vez jubilado, pero Fina, su mujer, siempre quiso volver a España para vivir sus últimos años. Para Emilio su llegada aquí fue como una jarra de agua fría, lo pasó realmente mal. Le costó adaptarse de nuevo a la vida, a la gente, al horario, a las comidas… Actualmente está contento en España, a pesar de sentir a veces nostalgia de Suiza: los tranvías, el funcionamiento de los transportes públicos, la nieve en invierno, el olor a vino con miel y queso fundido, las casetas de Navidad… Pese a todo, valora su experiencia en la emigración como muy positiva. Considera que le ayudó a desarrollarse como persona y a crecer de otra manera que quizás aquí no sería posible.

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