Háblame de la emigración

En 1954, con diecinueve años, Carmen decidió emprender rumbo a Inglaterra por circunstancias familiares, ya que su padre estaba emigrado en aquel país. Como él estaba navegando, le buscó una familia amiga para vivir. Una de las hijas de la familia, Brenda, sabía algo de español, y esto le ayudó a sentirse integrada y ayudada.
En Inglaterra trabajó en un taller de costura, y con el tiempo llegó a dar clases de costura a mujeres en un colegio. Lo que más le llamó la atención en el ámbito laboral fue que, mientras que en España le pagaban como costurera diez pesetas, allí empezó a cobrar tres libras a la semana. También le sorprendió el desayuno con huevos fritos de los ingleses, cuando en España solo había pobreza.
La vida cotidiana en Inglaterra fue buena, y mantenía relación con la familia a través de carta semanal. La abuela de Carmen, cuando se marcharon, llegó a decir que prefería ver a su hija muerta que verla marchar.
Una de las cosas que más le dolió a Carmen fue tener que separarse del que había sido su novio desde que tenía quince años. La distancia y la familia acabaron por hacer que se dejaran, aunque en el año 1957 volvió a España de vacaciones y empezaron otra vez la relación. En el año 1960 también emigró a Inglaterra y buscó trabajo, y finalmente se casaron y formaron su familia allí.
En 1971 tuvo lugar el regreso a España. El matrimonio no quería que sus hijos se criasen en Inglaterra, ya que era un país libre y había cosas que no querían para ellos. El retorno fue muy duro para Carmen, que pensó en volver para Inglaterra, pero su marido y sus hijos estaban encantados aquí.
La valoración general de la experiencia es muy positiva, y comenta que los ingleses fueron gente buena y agradable con ellos. Carmen recuerda todo con mucho cariño y felicidad, ya que allí se casó y formó su familia.

Carmen Tenreiro en el año 1955, cuando llevaba 9 meses en Londres
Con sus amigas de camino al baile