Háblame de la emigración

Fina lleva trabajando desde que tiene memoria, desde los catorce años empezó a ayudar en la economía familiar cuidando niños en su aldea natal.

Se caso a los veintitrés años y al año siguiente, ante el panorama que existía en Galicia, decidió emigrar a Suiza. Estaba embarazada, por lo que, para evitar el exhaustivo examen médico que se les hacía en la frontera a los emigrantes que llegaban en tren y por miedo a que non la dejasen entrar en el país, viajó en avión, pues en el aeropuerto de Zúrich tan solo se realizaba un reconocimiento de bronquios.

En aquel primer viaje fue sola ya que era necesario tener un contrato. El suyo tenía un inicio inmediato para entrar a formar parte del servicio doméstico de una casa, mientras que su marido, que iba a trabajar como temporero, aún no empezaría hasta un mes después. Ese primer mes vivió con unos primos que, además, les ayudaron con todos los trámites necesarios.

Para desplazarse hasta la casa en la que servía debía desplazarse de un extremo a otro de la ciudad en tranvía. Para ella era complicado al comienzo y alguno de los primeros días llegó a hacer el recorrido en tranvía varias veces sin bajarse. Lo cierto es que se defendía como podía porque no sabía hablar ni francés, ni alemán. Aunque Zúrich forma parte de un cantón alemán, también se habla algo de italiano que, por su similitud con el gallego, le resultó más sencillo de aprender.

Allí tuvieron un hijo y una hija, por lo que Fina debía trabajar más allá del cien por cien, ya que tenía que compaginar su jornada laboral con la atención a los niños. Poco tiempo después de llegar, consiguió entrar en una residencia privada de personas mayores para realizar labores de limpieza, de lavandería y cocina. Hacía de todo, aunque prefería el trabajo en la lavandería, que tenía mejor horario yle permitía pasar más tiempo con sus hijos.

Pero como Fina era muy buena trabajadora, seria y responsable, conseguía solucionar muchas incidencias, incluso pequeñas reparaciones de todo tipo, le propusieron ser ayudante de enfermeras de segunda categoría, aun sin tener ninguna titulación ni diploma. No pudo rechazar la oferta, ya que, además de ser un orgullo para ella y un reconocimiento, el aumento salarial de doscientos francos mensuales suponía una mejora muy importante.

Enseguida demostró que era una persona habilidosa, atenta y dispuesta a solucionar cualquier problema. Aprendió rápidamente el oficio fijándose en el resto de compañeras, además se desenvolvía muy bien en italiano y, aunque no había tenido la oportunidad de estudiar ningún idioma en el colegio, consiguió entender razonablemente bien el francés y el alemán, por lo que a menudo ayudaba a otras compañeras con estas lenguas.

La residencia era frecuentada por personas de un nivel económico muy alto: gente dedicada a las artes (literatura, pintura), a la política o gente de la nobleza Suiza que se retiraba a vivir en la residencia. El contacto con todas estas personas le ayudó a aprender muchísimo y a disfrutar de la riquísima oferta cultural de Zúrich, de modo que, cuando lo permitía la economía, iban a la Ópera o a algún concierto.

El barrio residencial en el que vivían era uno de los mejores de la parte alta de la capital, en una pequeña población llamada Zumikon. Se trata de una zona con un nivel de vida alto, en la que no podrían haber residido de no ser porque se trataba de viviendas protegidas por el ayuntamiento. Lo cierto es que las cosas les fueron muy bien los cuarenta y dos años que pasaron allí, se sentían muy valorados en su entorno, con buenos trabajos y bien pagados.

A Galicia venían casi todos los años por vacaciones. Su hija fue a estudiar a Vigo y acabó asentándose en la ciudad, en cambio el hijo se quedó en Zúrich, de modo que Fina tiene familia tanto en Galicia como en Suiza.

En el año 2011 se jubiló y al siguiente, aunque en muchos aspectos pensó en quedarse en Suiza, decidió retornar a Galicia animada por sus hijos. En algunas cosas la vuelta no le benefició, porque allí las pensiones son mejores, y los trámites e impuestos de su traslado económico a España le grabaron mucho. Su ahorro fue resultado de trabajar muy duro a lo largo de toda la vida, por eso considera que deberían existir soluciones adaptadas a las personas que tuvieron que irse a trabajar fuera y poder garantizarles sus derechos.

Desde que se jubiló hizo un viaje a Egipto y entre el 2011 y el 2013 viajó a Cuba y Brasil. Ahora desde hace unos meses reside ya de modo estable en la villa costera de Cangas do Morrazo en Pontevedra.

En 1991 en la boda de su hijo en el lago Lucerna
En 2001 con la nieta de su prima en el lago Cuatro Cantones
En 2006 con sus compañeras de trabajo en el lago Chur
En 1983 con sus hijos pequeños en Suiza
Con sus compañeras de trabajo