Háblame de la emigración

Marcelino Morado Vázquez nació el 23 de diciembre de 1929 en Monfero, Galicia. Se crió en una pobre aldea en las montañas y, a los 12 años, comezó a trabajar, ya que él venía de un hogar humilde y con muy pocos recursos.
Durante toda su vida se dedicó a la ganadería y a la agricultura junto con su muje María. Después de tener su primer hijo, pasó por una inestabilidade económica al querer abandonar la casa de sus suegros, donde vivía, con ellos y con el resto de la familia.
Por lo tanto, decidió, en el año 1965, con 36 años de edad, emigrar a otro país, ya que en Galicia, en esa época, no ganaba el dinero suficiente para poder independizarse y construír la casa que tanto deseaba. Nunca saliera de su tierra y fue un gran cambio para Marcelino tener que coger todo lo que necesitaba y meterlo en una sola maleta.
Asimismo, un caloroso día de verano, nuestro labrego embarcó en un viaje inolvidable. Un tren con curiosos asientos de madera, salió de la ciudad de A Coruña en dirección a Barcelona, y de allí a la frontera con Francia, para coger un trayecto directo a Berna, la capital de Suíza; un lugar que escogió ya que todos sus amigos decidieran optar por una ciudad enriquecida donde poder encontrar un buen trabajo.
Cuando llegó allí, no sabía absolutamente nada del idioma, pero, como era un aventurero no le importaba comunicarse mediante gestos. Lo que de verdad quería era mandar parte del dinero a sus seres queridos, porque él era la única ayuda que tenían en esos momentos complicados.
Lo contrataron para trabajar en una fábrica de cerámica. Un duro y forzado oficio con el que consiguió tener un buen sueldo y el período de vacaciones que nunca tuviera. Le sorprendió la amabilidad de la gente suíza, ya que decía que era uno de los pocos trabajos donde más lo respetaran, a pesar de que desempeñaba un puesto bajo.
Dos años después, en 1967, llegó el día. Marcelino subió al tren que lo devolvería a la tierra que lo vio crecer. Recorrió los mismos caminos por los que pasara al inicio del viaje y finalmente se reencontró con su familia.
Para él, fue una experiencia única. Salir del interior de un país afectado por luchas y pobreza para descubrir otro mundo diferente, el cual le permitió pasar el resto de su vida en una nueva casa en Galicia, con sus tres hijos y yo, una nieta a la que contar esta historia.

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