Háblame de la emigración

Celestino se marchó a Río de Janeiro con tan solo 500 pesetas en el bolsillo (3 €) llevado por su afán de aventura. Al ver llegar a los emigrantes de Venezuela que volvían con fortuna, quiso probar suerte en aquel país, pero tuvo que optar por Brasil al cerrarse la cuota de emigración al país venezolano.
Cuando llegó a Río fue acogido en casa de su cuñado, y al día siguiente ya tenía empleo como zapatero, trabajo que ya ejercía en España. Pero el sueldo en ese empleo era poco y no le permitía ahorrar, todo lo que ganaba lo gastaba en comer, así que le pidió a su cuñado, que era jefe de cocina en el mejor restaurante de Río, que lo llevase a trabajar con él sirviendo bebida y sobremesa. Ese trabajo le permitió ahorrar unos cruceiros, ya que comía y cenaba gratis en el restaurante. Como su horario de trabajo era de 16.00 a 24.00 h., de 7.00 a 15.00 h. seguía trabajando de zapatero, y así estuvo unos meses hasta que no aguantó más y decidió comprar un taller de zapatería que pagó al contado por 180.000 cruceiros. Al mes, después de acomodarlo un poco, comenzó a trabajar en él, y a partir de ahí todo fue sobre ruedas: compró una casa y empezó a enviar dinero para España.
Brasil le dio a Celestino grandes amigos y experiencias: se enroló en la Escuela de Samba, y conoció a un almirante jubilado cliente de la zapatería que le regaló un talonario de entradas para ir a Maracaná a ver partidos de fútbol, así conoció a Zagalo, jugador de fútbol en aquel momento que llegó a ser entrenador de la selección de Brasil.

Delante de su primera casa, con su hijo
Delante del colegio de su hija
Con unos empleados de la zapatería en Río de Janeiro
La Floresta Gávea
En Floreste de la Tisuca con sus hijos
Con su hijo en el Aterro del Flamengo
Con su mujer en la Avda. de Flamenco
En Río de Janeiro