José refiere que su experiencia de emigración se parece más a la actual de muchos españoles que van al exterior como expatriados por cuenta de la empresa en la que ya trabajan o, en todo caso, a la de titulados que aspiran a mejores condiciones laborales fuera del país que a la emigración anterior a los años setenta a Europa o las grandes oleadas migratorias a América. Su destino fue República Dominicana, desde octubre del año 1991 a marzo de 1995, por cuenta de la empresa Unión Fenosa, de la que era empleado.
En aquel momento tenía 42 años y el cargo de delegado de Unión Fenosa para la provincia de Ourense y Lugo desde hacía seis años. Había ingresado en la empresa después de terminar la carrera de ingeniería industrial en 1974. Antes de Ourense, había sido destinado a Santiago y Ferrol. Estaba casado y tenía tres hijos, de 14 , 10 y 5 años. Su mujer trabajaba como enfermera en el Hospital de Ourense.
Su padre había sido emigrante en Uruguay la mitad de su vida y eso influyó en la decisión de aceptar el desafío de una nueva experiencia laboral que se presentaba como muy interesante por el tiempo de permanencia en el exterior. Consideraba positivamente que se trataba de un periodo limitado a unos tres años y que contaba con el acuerdo de regresar al mismo puesto que por entonces ocupaba en Ourense.
Unión Fenosa había ganado un concurso internacional convocado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para prestar apoyo y realizar mejoras organizativas y operativas en la empresa eléctrica estatal de República Dominicana. Su misión consistía en responsabilizarse de los proyectos de Comercial y Distribución, para lo que contaba con un pequeño equipo de 4-5 personas con el que realizar el análisis de la empresa y proponer planes de mejora. Otros compañeros también aceptaron el mismo desafío migratorio ocupándose en el departamento de Generación y de Recursos. En total, era un grupo de unas veinte personas.
La vida laboral fue exigente, por la necesidad de proponer mejoras y conseguir resultados urgentes en una empresa con numerosas horas de apagones, al no disponer de la suficiente potencia eléctrica para el mercado existente, y que, además, no cobraba la mitad de la energía que suministraba.
La adaptación de su familia fue más fácil, aunque no exenta de dificultades. Sus hijos se formaron en un colegio español y su mujer ejerció como voluntaria en un hospital infantil. La estancia en República Dominicana les permitió también conocer países cercanos, como Cuba, EE. UU. y México.
En aquel momento las comunicaciones con la familia eran regularmente por carta. Siempre consideró la experiencia como muy positiva, tanto en lo laboral como en lo personal, por la riqueza y diversidad de las vivencias.