Háblame de la emigración

En 1960 Fernando emigró a Brasil en busca de una mejora en su calidad de vida. Como operario de Bazán en el Ferrol de los años sesenta, las condiciones laborales de aquel entonces no respondían a sus expectativas. Tras quince días de viaje en un barco de pasaje y carga llegó a Brasil, y se trasladó a la ciudad de São Paulo.
Brasil le abrió las puertas a Fernando, ya que, en contraste con lo que sucedía en países como Argentina, Uruguay o Venezuela, Brasil admitía emigrantes sin necesidad de que fuesen reclamados por un familiar ya residente para obtener un visado. Su vida allí la resume con una rotunda afirmación: «tengo que estar siempre agradecido a ese país, la acogida fue muy buena y los brasileños son muy abiertos». De hecho, su buena y rápida integración hizo que su mujer se reuniese con él al cabo de un año, en 1961. Allí nació también su hijo.
En São Paulo, su formación en el sector industrial le facilitó encontrar empleo en una multinacional de fabricación de turbinas para centrales eléctricas, donde empezó como tornero y acabó como encargado de la oficina técnica. Aun así, en 1967 decidieron regresar, ya que sus padres le contaban por carta la mejoría de la situación económica en Galicia. Sin embargo, «me arrepentí de regresar al llegar aquí y comprobar que todo seguía igual que cuando nos marchamos, ya que São Paulo en aquel entonces era una ciudad próspera, con un ambiente muy europeo, muy moderna y el motor de la industria en Brasil», dice Fernando.
Su vida de emigrante en busca de trabajo en el sector industrial continuó una vez en España. Por ese motivo se marchó a Vitoria y a Barcelona, y finalmente volvió a Ferrol en el año 1975 para incorporarse al cuadro de personal de Bazán.