Háblame de la emigración

Mi abuelo se llama Manuel Lorenzo Rodríguez, nació el 11 de febrero de 1927 en una parroquia llamada Canedo de Santo Tomé, en el ayuntamiento de Lourenzá (Lugo), en el seno de una familia humilde, siendo él el segundo hermano.

Quiero contarles su historia porque tras la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial la situación socioeconómica en España y, fundamentalmente en Galicia, era muy desfavorable. Debido a la falta de trabajo, la escasez de alimentos y las limitadas oportunidades de progreso social, muchos gallegos como mi abuelo decidieron emigrar a otros países en busca de una mejor calidad de vida.

En el año 1947, con tan solo 20 años, una maleta en mano y junto a otros diez conocidos del pueblo llegaron en tren al puerto de Vigo para viajar durante veinticinco días a bordo del transatlántico Córdoba rumbo a un país lejano, Argentina, con un sueño de esperanza y de prosperidad, y también con el dolor en el rostro por abandonar su tierra, su familia y sus amigos.
Al llegar allí, tan solo le esperaba su tía María, hermana de su madre, y una ciudad inmensa por explorar, pero sobre todo muchas oportunidades que aquí no podía tener.

Durante sus primeros años trabajó como ayudante en un almacén, muchas horas al día y con un salario modesto. Tras tres años consiguió emplearse en el Bar Hispano donde fue adquiriendo experiencia como camarero y pudiendo, con mucho esfuerzo y austeridad, ahorrar dinero para lograr independizarse años después y abrir su propio negocio en el rubro de la alimentación: ultramarinos y comida preparada para llevar, lo que allí llaman una rotisería.

En el año 1963 se casó con mi abuela Marilú y tuvo tres niñas: María Angélica, Magdalena y Paola, mi madre, que se criaron y estudiaron allí.
La comunicación con la familia que estaba en Galicia era poco frecuente ya que no existían los medios telefónicos ni telemáticos de hoy en día, por tanto, el único medio para tener noticias de los suyos era a través del correo postal.

La integración en tierras tan lejanas fue difícil al principio, pero a medida que el tiempo pasaba la comunidad de emigrantes iba aumentando y compartían su pasado común, sus costumbres, gastronomía, etc. Los fines de semana se reunían en clubes como el Centro Lucense al que iban mi abuelo, mi madre y mis tías, que pasó a convertirse con los años en el Centro Galicia de Buenos Aires. Allí se pasaban los domingos disfrutando de buenos asados y después de comer se reunían alrededor de una mesa para jugar a la brisca o al tute, con su café con aguardiente esperando hasta el atardecer, cuando comenzaban a sonar las orquestas con sus pasodobles, muiñeiras y demás música que les traía tantos recuerdos.

En el año 1986 mi abuelo compró su actual casa en A Mariña lucense, en San Cosme de Barreiros, y en 1989, se instaló definitivamente cerca de su pueblo natal. Allí vive a día de hoy disfrutando de su huerta y sus animales.