Háblame de la emigración

París con veintitrés años. Después de haberse dedicado media vida a las labores del campo, decidió que era hora de arrancar y buscar un mejor porvenir. Debía tomar ya una decisión, así que dio un paso al frente y se metió en un tren dirección a París. La suerte lo acompañó en el viaje y justo conoció a una persona que le habló de un posible trabajo en una fábrica de la Citroën en la capital francesa, así que llegó a la gran ciudad con un sitio al que dirigirse. Y así fue cómo se quedó allí a trabajar en el montaje de soldadura.
Se integró bien porque pronto empezó a entenderse con el francés, recuerda incluso cuando se puso a estudiar los infinitivos en un pequeño librito para aprender francés en diez días. Como veía que era una situación favorable, transcurridos ocho meses volvió decidido a casarse con su novia en España, para ya volver los dos juntos y poder encontrar también ella trabajo, cuestión que no resultó muy difícil.
Al final estuvieron allí cinco años, tuvieron un hijo y decidieron volver antes de que el chico se acostumbrase demasiado a aquella cultura y a la ciudad. Sus planes eran volver a casa, y sabían que la cosa se complicaría si el niño crecía allí y comenzaba a hacer su vida en Francia.
Elías guarda muy buenos recuerdos de París. Recuerda una sociedad abierta y menos machista que aquí, ya que los hombres participaban en las tareas de casa, hacían la compra y cocinaban. También le llamaba la atención lo cuidadosos y limpios que los parisienses eran con su ciudad. De hecho, recuerda que uno de los primeros días que tuvieron día libre se fueron a pasear a un parque y, al recostarse en la hierba, unas señoras le llamaron la atención. Además les resultaban chocantes pequeños adelantos que nunca antes habían visto, coma la carne presentada en los supermercados en bandejas de poliestireno. Para Elías: «El éxito o el fracaso de la emigración es la capacidad de adaptarse».

Foto con su mujer y su hijo Pin
Comida de celebración del bautizo de su hijo
En un descanso de trabajo, con sus compañeros, tomando un aperitivo de RICARD, anisete que se toma con agua