Háblame de la emigración

Josefa emigró en 1969 a Lyon, Francia. Su motivación fue seguir a su marido, que ya llevaba allá siete años antes de casarse. Así que después de la boda, preparó la ida al país vecino, lo que le costó enormemente porque le causaba gran pena marchar lejos de sus padres y hermanos.
Una vez allá, su esposo le buscó un trabajo en una portería de un edificio de viviendas de clase media-alta. Aquel sería su trabajo definitivo durante los 10 años que estuvo en Francia porque se ajustaba a sus pretensiones tanto a nivel económico como de calidad de vida. Le resultaba además muy cómodo porque podían vivir en la propia portería.
Josefa reconoce que le costó mucho aprender francés, sin embargo, le fue de gran ayuda que su marido ya lo dominase –al fin y al cabo le llevaba unos años de ventaja–, y que el propio trabajo la obligase a relacionarse con los vecinos, esto fue crucial para tener que esforzarse más e irse familiarizando con el idioma.
Sus dos hijos nacieron en Francia, y cuenta como anécdota que cuando nacieron, toda la comunidad del edificio le envió al hospital el ramo de flores más grande que había visto nunca y con una tarjeta de felicitación.
Su estancia allá fue muy positiva, en general se sentía muy a gusto con su trabajo y se integró bien en la zona, además para ella fue una facilidad importante que su marido ya tuviese experiencia en la ciudad, le hizo sentirse más arropada.
Cuando sus niños cumplieron los 9 y 5 años decidieron venirse definitivamente de regreso a Lugo. Creían que era el momento, si esperaban más, a los pequeños les iba a costar mucho la adaptación aquí. Además Josefa seguía echando mucho de menos a su familia. Así que 1979 fue el año en que decidieron poner punto y final a su experiencia en la emigración.

En el bautizo de su primer hijo en Lyon
En el bautizo de su segunda hija
Con su marido Emilio en Lyon
Con su hijo mayor
En una reunión con españoles en su casa en Lyon