Háblame de la emigración

En el año 1964 Elva trabajaba como camarera en Barcelona cuando unos amigos le enviaron un contrato desde Suiza para ocuparse en una fábrica de relojes. Como la información que tenía era que las condiciones laborales del país alpino eran mucho mejores, decidió emprender la aventura de la vida pasando la frontera.

En total estuvo 12 años en Suiza en los que trabajó siempre en la misma fábrica de relojes, en el cantón francés. Allí conoció a su marido, que también era de Monforte. Fueron novios durante año y medio y se casaron en 1966 rodeados de sus amigos de Suiza.

Su horario de trabajo en aquellos años era de 7:00 a 11:45 y de 13:30 a 17:00. A partir de las cinco de la tarde iba a clases de francés. No tuvo problemas con el idioma y lo aprendió enseguida gracias a aquellas clases al término de la jornada laboral, con un profesor que entendía perfectamente el castellano.

Siempre mantuvieron buenas relaciones con los suizos, ya que en su primer bloque de viviendas todos eran de allí menos ellos. Elva comenta que tienen un carácter muy disciplinado y recto. Mientras tanto, el contacto con la familia gallega el tiempo que estuvieron en Suiza, era a través de carta. Elva y Manolo venían todos los años en su mes de vacaciones y en Semana Santa solían ir a Barcelona.

Tuvieron un hijo y una hija que nacieron en Suiza: José Manuel y Silvia. Cuando Silvia tenía un año tomaron la decisión de regresar a España. Manolo quería volver, nunca se llegó a acostumbrar del todo al idioma y, además, sabían que si continuaban allí sus hijos ya no querrían volver a Galicia. Así que, después de doce años en el país helvético, regresaron a Monforte donde Elva abrió un negocio propio, una droguería.

Siempre guardaron muy buenos recuerdos de aquella época en Suiza, a Elva siempre le pesó el regreso, aunque desde que se instalaron en Monforte volvieron en muchas ocasiones a pasar allí las vacaciones, ya que dejaron muy buenos amigos que fueron a visitar de cuando en cuando.